Título original: Trollflöjten
Director: Ingmar Bergman
Guión: Ingmar Bergman, basado en el libreto de Emanuel Schikaneder
Música: Wolfgang Amadeus Mozart
País y año: Suecia, 1974
Duración: 135 min.
Intérpretes: Joseph Köstlinger, Irma Urrila, Hakan Hagegard, Ulrik Cold, Birgit Nordin
Director: Ingmar Bergman
Guión: Ingmar Bergman, basado en el libreto de Emanuel Schikaneder
Música: Wolfgang Amadeus Mozart
País y año: Suecia, 1974
Duración: 135 min.
Intérpretes: Joseph Köstlinger, Irma Urrila, Hakan Hagegard, Ulrik Cold, Birgit Nordin
¿Se trata esta obra de la filmación de una ópera, o de la “operización”
de una película? Precisamente, este difícil deslinde y ambigüedad es uno de los
valores positivos de esta cinta de Ingmar Bergman, creada para la televisión
sueca. Si bien es cierto que en diversas ocasiones se han llevado óperas a su
versión cinematográfica, normalmente en esos casos la propia obra musical se
transforma en film, adquiriendo otro carácter. El ejemplo contrario sería la
mera grabación de una representación operística.
Pero esta obra del genial director sueco, no es nada de eso. “La flauta
mágica” de Mozart, y “La flauta mágica” de Bergman, aunque levemente, son dos
distintos entes. En ocasiones, el film nos muestra de manera clara que se trata
de una representación teatral con unos actores que son actores, distanciándose
de este modo del original mozartiano. En otros momentos, la realidad del film
es la realidad de la ópera.
Bergman era tanto un hombre de teatro como un hombre de cine. La
película es una invitación al público para adentrarse en la mozartiana “La
flauta mágica”, y cuanto sirva para acercarse es bienvenido: incluso se utiliza
el idioma sueco (el del público al que iba dirigido originalmente la película)
en vez del alemán del libreto, para que pueda comprenderse mejor. Se trastocan
de posición algunas escenas. Con todo esto se consigue cautivar al espectador,
que se siente atraído del principio al fin por la maravillosa música y por la
trama. En pocas ocasiones puede verse una ópera de esta forma, y de una manera
tan natural.
La escenografía (intencionadamente teatral) y la utilización de las
luces y sombras (tan ligada al asunto de la obra) descubren al inmenso
cineasta. Colaboran en ello un elenco de buenos actores, que sin ser
excesivamente famosos, encarnan sus papeles de una manera muy convincente. Si a
ello añadimos la música que compusiera Mozart, poco más se puede pedir.