01 diciembre 2011

Con faldas y a lo loco


Título original: Some like it hot
Director: Billy Wilder
Guión: Billy Wilder y I.A.L. Diamond
Música: Adolph Deutsch
País y año: USA, 1959
Intérpretes: Marilyn Monroe, Tony Curtis, Jack Lemmon, Joe Brown

Magistral. Una de las mejores comedias que existen en la Historia del cine. Así es como se puede calificar a Con faldas y a lo loco. A menudo se da este calificativo demasiado generosamente, pero en este caso, es justamente merecido.
Porque se cuenta una historia, y se cuenta bien (muy bien). Porque, además, esa historia es divertida, y tiene momentos absolutamente espléndidos. Porque siempre es bueno ver en la pantalla a Marilyn Monroe. Porque tiene un final digno de todo un genio del cine, como es Billy Wilder (nadie es perfecto).
La trama argumental va poco a poco, cada vez más rápido, complicándose, acelerándose, y haciéndose más divertida e interesante. Y, no obstante, el director la sabe ir conduciendo, con habilidad. Particularmente, en las escenas con las historias alternativas: la magnífica cita doble por la noche, después del concierto, uno haciéndose pasar por millonario en el yate del verdadero millonario, que a su vez está pasando la velada con su disfrazada “compañera”.
Los equívocos, si cabe, dan más interés a la película. A lo que hay que añadir los diálogos, en ocasiones, geniales. No hay otra palabra.
Da gusto ver humor del bueno, inteligente, porque el humor que no es inteligente no es bueno ni es humor, sino zafiedad. Y humor sencillo, que es el mejor. A pesar de las complicaciones de las idas y venidas y los disfraces, Con faldas y a lo loco tiene esa sencillez (y de ahí su grandiosidad) de las mejores cosas de la vida.

01 noviembre 2011

Thérèse


Título original: Thérèse
Director: Alain Cavalier
Guión: Alain Cavalier, Camille de Casabianca
Música: Alain Lachassagne, Dominique Dalmasso
País y año: Francia, 1986
Duración: 87 min.
Intérpretes: Catherine Mouchet, Hélène Alexandridis, Aurore Prieto, Sylvie Habault, Clémence Massart-Weit, Mona Heftre, Beatrice de Vigan, Jean Pélégri
Teresa, Santa Teresa de Lisieux, es una figura de una incontestable fuerza dramática y humana. Con apenas quince años, entra en un convento carmelita, por propia voluntad, contra todas las adversidades. Y este ímpetu lo pone Teresa en todo. Así, se os muestra un personaje que vive la vida de una manera arrebatadoramente humana (y también divina, quizás).
Esta característica se traslada a la película, donde se nos narra la vida de esta monja francesa de fines del siglo XIX, a través de breves escenas, fundidos a negro, situaciones rápidas, elementales, básicas. Y aquí está uno de los aciertos del filme: auténtico arte cinematográfico, en el sentido de que son las acciones, breves acciones, y no el diálogo (base del teatro), lo que atrapa y conmueve el sentido del espectador.
La escenografía es, como se ha dicho antes, elemental, sólo se nos muestra lo preciso, un par de objetos, pero cada elemento tiene un trasfondo simbológico enorme. Se trata de un cine, hasta cierto punto, inocente, limpio, en el sentido de que parece que no hubiera un siglo de películas detrás de esta, sino que estuviéramos ante los primeros momentos del cinematógrafo recién inventado.
El arte de los gestos, de la simbología de las pocas cosas que aparecen en pantalla, nos está hablando ya de un cine en el que el espectador no debe perderse en vericuetos de escenografías o aspectos secundarios. Aquí aparece poco, pero todo lo que aparece es necesario, preciso, primario.
Catherine Mouchet, la actriz que interpreta el papel de la santa francesa, realiza una labor como pocas veces se podrá ver en una película. Los matices de sus gestos, de sus miradas, de sus silencios, en una película como esta, que se presenta al público desnuda de artificios, natural y básica, tiene un valor altísimo. Sin su actuación, no estaríamos hablando de lo mismo.
En la base del film, la historia de santa Teresa de Lisieux, fallecida con apenas 24 años, pero que vivió una vida como aparece en el film: sencilla, natural, espontánea, con la inocencia de las cosas humildes.

01 octubre 2011

Taxi Driver


Título original: Taxi Driver
Director: Martin Scorsese
Guión: Paul Schrader
Música: Bernard Herrmann
País y año: USA, 1976
Duración: 113 min.
Intérpretes: Robert De Niro, Cybill Shepherd, Jodie Foster, Harvey Keitel, Peter Boyle

No hay duda de que Taxi Driver es una película que no deja indiferente. Éste deambular nocturno por los barrios más indeseables de Nueva York, acompañando a un taxista (excombatiente de Vietnam) que no puede dormir por las noches, que está cada vez más hastiado de la vida, supone un shock tremendo para el espectador.
Los bajos fondos de la vida nocturna (proxenetas, drogadictos, prostitutas, ladrones…) se nos muestran con una crudeza que, real o no, nos lleva a replantearnos muchas cosas y a removernos en nuestras conciencias.
Robert De Niro está brillante (a su manera) en este trabajo. Uno, particularmente en ciertas escenas, observa su rostro y está mirando la cara de un auténtico pirado, dispuesto a limpiar las calles neoyorkinas de a porquería humana, a base de pistolas y otras armas de un tamaño peliagudo y una efectividad asombrosa. Quizás la parte más destacada sea el famoso monólogo de De Niro “¿Me estás hablando a mí?”.
Con este trabajo de taxista nocturno, viviendo todo lo que vive (según el parecer de algunos) no es extraño que cualquiera se vuelva loco perdido, o que se le ocurran planes, cuanto menos, bastante peculiares. Al sumergirnos en esta espiral de inestabilidad mental, el director nos sacude de lleno y nos hunde en un mundo, a veces atrayente, pero aterrador.
El papel de Jodie Foster como prostituta treceañera dio mucho de qué hablar en la época del estreno de la película. No es de extrañar que la polémica esté servida, en un film que se caracteriza por la brutalidad y la falta de subterfugios a la hora de referirse a ciertas cosas que todos conocemos pero a las que el pudor impide referirse expresamente. Es cierto que podían haberse suavizado ciertas escenas, y pasado por el tamiz del buen gusto otras, pero la película es como es, y en el fondo nos acaba atrayendo el personaje de este taxista solitario.

01 septiembre 2011

My Fair Lady

Título original: My Fair Lady
Director: George Cukor
Guión: Alan Jay Jerner, basado en la obra de Bernard Shaw
Música: Frederick Loewe
País y año: USA, 1964
Duración: 166 min.
Intérpretes: Audrey Hepburn, Rex Harrison, Stanley Holloway, Gladys Cooper

Dos caballeros hacen una apuesta, en el Londres victoriano, que consiste en lo siguiente: hacer pasar a una muchacha pobre por toda una duquesa en el baile de la Embajada. Sin embargo, un cierto sentimiento empezará a brotar entre la chica, Eliza Doolittle, y su profesor, Henry Higgins.
Es My Fair Lady otro de los maravillosos cuentos de hadas que interpretó Audrey Hepburn. El musical, que está basado en la obra Pygmalion, de Bernard Shaw, tiene un argumento que es bastante sencillo, e incluso en ocasiones algo forzado o cojo. Sin embargo, se puede disculpar porque, en el fondo, es un cuento de hadas, y los cuentos de hadas son así.
Sobre todo, lo que salva la película es la figura y la interpretación de Pudre Hepburn. Un porte elegantísimo, un rostro muy hermoso, y una actuación muy buena. Los trajes que lleva en algunas ocasiones, y sus sombreros, son auténticas delicias, maravillosamente elegantes.
Las dos escenas que más me han cautivado han sido la de la inauguración de las carreras de Ascot, escenario blanquísimo y la música con reminiscencias mozartianas, y la escena del baile de gala en la Embajada. En ambas, la protagonista llevaba unos trajes preciosos, y los lucía con una elegancia natural.
Los números musicales son preciosos, la música es buena, y la coreografía también debe ser resaltada, si bien es cierto que podrían haberse acortado para hacer la película algo más ligera.
Rex Harrison hace muy bien su papel, aunque a veces es bastante misógino e incluso da cierta incertidumbre sobre su carácter.Lo mejor, sin duda, Audrey Hepburn y la elegancia que siempre supo dar a sus papeles.